miércoles, 5 de mayo de 2010

FERNANDO PESSOA; POEMAS.


ÁLVARO DE CAMPOS:


TABAQUERÍA.
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Fuera de esto tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
Del cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quienes son.
(Y si lo supiesen ¿que sabrían?)
Ventanas que dan al misterio de una calle cruzada por la gente,
Una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y los seres,
Con la muerte poniendo humedad en las paredes y las canas de los hombres,
Con el destino guiando la carroza de todo por la calle de nada.

Hoy estoy vencido como si supiese la verdad,
Hoy estoy lucido, como si fuese a morir
Y no tuviese más hermandad con las cosas que la de una despedida,
Y esta casa y este lado de la calle se volvieran hilera de vagones de tren.
Y hay un largo silbido de despedida dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un crujido de mis huesos al arrancar.

Hoy estoy perplejo, como quien pensó, encontró y ha olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
A la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fracase en todo.
Como no tuve propósito alguno, talvez todo sea nada.
La enseñanza que me dieron
La eché por la ventana del traspatio.
Ayer fui al campo con grandes propósitos,
Encontré solo árboles y hierbas
Y cuando había gentes era igual a los demás.
Me aparto de la ventana me siento en la silla ¿En que he de pensar?

¿Que se yo de lo que seré, yo que no se que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tantas cosas!
¡Y tantos que piensan ser esas mismas cosas que no podemos ser tantos!

¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se creen en sueños genios como yo,
Y tal vez la historia no recordara ni a uno,
Ni de tantas victorias futuras no quedara más que estiércol.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos con tantas certezas!
Yo que no tengo certezas ¿estaré más o menos equivocado?
No, ni en mi creo.
En cuantas buhardillas y no-buhardillas del mundo
¿Sueñan genios para-si-mismos a esta hora?
¿Cuantas aspiraciones altas y nobles y lucidas
-si, verdaderamente altas y nobles y lucidas
Y quien sabe si no realizables-
No verán nunca la luz del sol real ni llegaran a oídos de nadie?

El mundo es para los que nacieron para conquistarlo
Y no para los que sueñan que pueden conquistarlo, aunque tengan razón.
He soñado más de lo que soñó Napoleón.
He abrazado en mi pecho hipotético más humanidades que Cristo.
He pensado en secreto más filosofías que las escritas por ningún Kant.
Pero soy, y acaso siempre seré, el de la buhardilla,
Aunque no viva en la buhardilla;
Siempre seré el que nació para eso;
Siempre seré solo el que tenía algunas cualidades;
Siempre seré el que espero que le abrieran la puerta ante una pared sin puerta,
El que canto el canto del infinito en un gallinero,
El que oyó la voz de Dios en un pozo ciego.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente su sol y su lluvia
Y que su viento me despeine,
Y lo demás que venga si ha de venir, o que no venga.
Esclavos cardiacos de las estrellas,
Conquistamos al mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero despertamos y el mundo se vuelve opaco;
Salimos a la calle y se vuelve ajeno, y es la tierra entera,
Mas el sistema solar y la Vía Láctea y lo indefinido.

(¡Come chocolates pequeña;
Come chocolates!
Mira que en el mundo no hay más metafísica que los chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come sucia muchacha, come!
¡Ojala yo pudiese comer chocolates tan de veras como tu!
Pero yo pienso y, al quitar el papel de plata, que es de estaño,
Echo por tierra todo, mi vida misma.)

Queda al menos la amargura de lo que nunca seré,
Queda al menos la caligrafía rápida de estos versos,
Cuarteado portal hacia lo imposible.
Al menos me otorgo a mi mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy al tumulto del mundo,
Y me quedo sin camisa en casa.
Tu que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
Diosa griega concebida cual estatua viva,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta
Princesa de los trovadores, escotada marquesa del dieciocho,
Cocotte celebre en los tiempos de nuestros abuelos,
O no se que cosa moderna –no se me ocurre bien que-
Sea lo que sea ¡si puede inspirar que inspire!
Mi corazón es un balde vació.
Como los que invocan espíritus, invoco espíritus
Me invoco a mi mismo y nada aparece.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, las aceras, veo los coches que pasan,
Veo los vestidos, entes vivos que pasan,
Veo los perros que también existen,
Y todo me pesa como una condena a destierro,
Y todo me es ajeno, como todo.)
Viví, estudie, amé y hasta tuve fe,
Hoy no hay mendigo al que no envidie solo por ser el y no yo.
Le miro a cada uno los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: quizás nunca hallas vivido ni amado ni estudiado ni creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
Quizás hayas existido apenas como una lagartija a la que le cortan el rabo
Y el rabo salta, meneándose separado del cuerpo.

Hice conmigo lo que no supe,
Y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Pronto me tomaron por quien no era, y por no desmentirlos me perdí.
Cuando quise quitarme la mascara
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arranque me vi al espejo
Ya estaba viejo.
Estaba borracho, no sabía llevar el disfraz que no me había quitado.
Arroje la mascara y dormí en el guardarropa
Como un perro tolerado por la gerencia por ser inofensivo.
Voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
Quien pudiera encontrarte como cosa que yo mismo hice,
En vez de quedarme siempre ante la tabaquería de enfrente,
Pisoteando la consciencia de estar existiendo
Como un tápate con el que tropieza un borracho
O la estrellita que se roban unos gitanos y que no valía nada.

El dueño de la tabaquería sale y se instala frente a la puerta.
Con la incomodidad de quien tiene el cuello torcido,
Con la incomodidad del alma torcida, lo veo.
Morirá él y moriré yo.
Él dejara el cartel y yo dejare mis versos.
Llegado el momento morirá el cartel y morirán mis versos.
Tiempo después morirá la calle donde estaba el cartel
Y la lengua en que fueron escritos.
Después morirá el planeta girante donde paso todo esto.
En otros planetas de otros sistemas algo parecido a la gente
Continuara haciendo algo así como versos
Y viviendo bajo algo así como un cartel de tienda.

Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como otra,
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio de fondo tan cierto como el sueño del misterio de la superficie.
Siempre esta o aquella cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre entra en la tabaquería (¿para comprar tabaco?)
Y la realidad plausible cae de repente sobre de mí.
Me enderezo a medias, enérgico, convencido, humano,
Para tratar de escribir estos versos en que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro mientras pienso en escribirlos
Y en el cigarro saboreo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como un trayecto propio.
Y gozo, en un momento sensible y alerta,
La liberación de todas las especulaciones
Y la consciencia de que la metafísica es el resultado de estar indispuesto.

Después me reclino en mi silla
Y continúo fumando.
Mientras el destino me o conceda seguiré fumando.

(Si me casase con la hija de mi lavandera a lo mejor seria feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Voy hasta la ventana.
El hombre sale de la tabaquería (¿guardando el cambio en el bolsillo del pantalón?)
Ah, lo conozco: es Esteves, que ignora la metafísica.
(El dueño de la tabaquería sale a la puerta.)
Como por instinto divino Esteves se voltea y me ve, me reconoce.
Me saluda con un gesto, yo le grito ¡Adiós, Esteves! Y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza,
Y el dueño de la tabaquería sonríe.



LISBON REVISETED.
No: no quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.

¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.

¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Sáquenme de aquí a la metafísica!
No me pregonen sistemas completos, no me alineen conquistas
De las ciencias (¡De las ciencias, Dios mío, de las ciencias!)-
De las ciencias, de las artes, ¡de la civilización moderna!
¿Qué mal les hice yo a todos los dioses?

¡Si tienen la verdad, guárdenla!

Soy técnico, pero solo tengo técnica dentro de la técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho de serlo.
Con todo el derecho a serlo, ¿oyeron?

¡No me importunen, por amor de Dios!

¿Me querían casado, fútil, cotidiano, tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuera otra persona, les haría, a todos, la gentileza.
¡Así como soy, tengan paciencia!
Vayan al diablo sin mí,
O déjenme ir al diablo solo!
¿Para que tenemos que ir juntos?

¡No me tomen del brazo!
No me gusta que me tomen del brazo. Quiero ser solo.
Ya dije que soy solo!
¡Ah, que inoportuno querer que yo tenga compañía!
¡El cielo azul -el mismo de mi infancia-
Eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh, suave Tajo ancestral y mudo,
Pequeña verdad donde se refleja el cielo!
¡Oh, dolor revisitado, Lisboa de otro tiempo, de hoy!
Nada me das, nada me quitas, nada eres que yo me sienta.

Déjenme en paz! no tardare, si yo nunca tardo…
¡Y mientras tarda el abismo y el silencio quiero estar solo!



SENTIR TODO.
Sentir todo de todas las maneras,
Vivir todo de todos los lados,
Ser la misma cosa de todos los modos posibles al mismo tiempo,
Realizar en si a toda la humanidad de todos os momentos
En un solo momento difuso, profuso, completo y longincuo.

Yo quiero ser siempre aquello con que simpatizo,
Yo me vuelvo siempre, más tarde o más temprano,
Aquello con que simpatizo, sea una piedra o un ansia,
Sea una flor o una idea abstracta,
Sea una multitud o un modo de comprender a Dios.
Y yo simpatizo con todo, vivo de todo en todo.
Me son simpáticos los hombres superiores por que son superiores,
Y me son simpáticos los hombres inferiores por que
Son superiores también,
Porque ser inferior es diferente de ser superior,
Y por eso es una superioridad para ciertos momentos de la visión.
Simpatizo con algunos hombres por sus cualidades de carácter,
Y simpatizo con otros por que carecen de esas cualidades,
Y con otros incluso simpatizo por simpatizar con ellos,
Y hay momentos absolutamente orgánicos en que esos son
Todos los hombres.
Sí, como soy rey absoluto de mi alegría,
Basta que ella exista para que tenga razón de ser.
Estrecho en mi pecho palpitante en un abrazo conmovido
(En el mismo abrazo conmovido)
Al hombre que da la camisa al pobre que desconoce,
Al soldado que muere por la patria sin saber que es la patria,
Y…
Al matricida, al fraticida, al incestuoso, al violador de niños,
Al ladrón de caminos, al salteador de los mares,
Al carterista, a la sombra que espera en las callejuelas-
Todos son mi amante predilecta por lo menos un momento
En la vida,
Beso la boca de todas las prostitutas,
Beso sobre los ojos de todos los souteneurs,
Mi pasividad yace a los pies de todos los asesinos,
Y mi capa a la española esconde la retirada de todos los
Ladrones.
Todo es la razón de ser de mi vida.
(…)





RICARDO REIS:


Lidia: ignoramos. Somos extranjeros
Allí donde pisamos.
Lidia: ignoramos. Somos extranjeros
Allí donde moramos.


Todo es ajeno y habla una lengua extraña.
Contra injuria y tumulto
Hagamos una ermita en nosotros.
¿El amor que más quiere?
Un lugar santo, sagrado para nosotros.



Como si cada beso
Fuera de despedida
Mi Cloe, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano, que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo fajo
Ata lo que mutuos fuimos
Y la ajena suma universal de la vida.



¡Tan de prisa pasa todo cuanto pasa!
Muere tan joven ante los dioses cuanto
Muere! ¡Todo es tan poco!
Nada se sabe, todo se imagina.
Circúndate de rosas, ama, bebe
Y calla. Lo demás es nada.



No solo quien nos odia o nos envidia
Nos limita y nos oprime; quien nos ama
No menos nos limita.
Que los Dioses me concedan que, desnudo
De afectos, tenga la fría libertad
De las cumbres sin nada.
Quien quiere poco, tiene todo; quien quiere nada
Es libre; quien no tiene, y no desea,
Siendo hombre, es igual a los Dioses.



Sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo,
Y al beber ni recuerda
Que ya bebió en la vida,
Para quien todo es nuevo
E inmarcesible siempre.



Las rosas amo de los jardines de Adonis,
A esas volubles amo, Lidia, rosas,
Que en el día en que nacen
En ese día mueren.


La luz es para ellas eterna, porque
Nacen nacido ya el sol, y acaban
Antes que Apolo deje
Su curso visible.


Así hagamos nuestra vida un día,
Incapaces de sentir, Lidia; voluntariamente
Que hay noches antes y después
De lo poco que duramos.



Los dioses y los mesías que son dioses
Pasan, y los vanos sueños que son mesías.
La tierra muda, dura.
Ni dioses, ni mesías, ni ideas
Dan rosas. Ellas son mías si las tengo.
Si, las tengo ¿Qué más quiero?



Nadie, en la vasta selva virgen
Del mundo innumerable, finalmente
Ha visto a los dioses que dice conocer.
En la brisa sólo se oye lo que trae la brisa.
Lo que pensamos, sea amor, sea dioses,
Pasa, porque pasamos nosotros.





ALBERTO CAEIRO:


EL GUARDIÁN DE REBAÑOS.
V
Hay bastante metafísica en no pensar en nada.
¿Que pienso yo del mundo?
¡Que se yo lo que pienso del mundo!
Si yo me enfermara pensaría en eso.

¿Que idea tengo yo de las cosas?
¿Que opinión tengo sobre las causas y los efectos?
¿Que he meditado sobre Dios y el alma
Y sobre la creación del mundo?
No se. Para mí pensar en eso es como cerrar los ojos
Y no pensar. Es correr las cortinas
De mi ventana (pero mi ventana no tiene cortinas).

¿El misterio de las cosas? ¡Que se yo lo que es el misterio!
El único misterio es que exista quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos,
Comienza a no saber que es el sol
Y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve el sol,
Y ya no puede pensar en nada,
Por que la luz del sol vale más que los pensamientos
De todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
Y por eso no yerra y es común y buena.

¿Metafísica? ¿Que metafísica tienen aquellos árboles?
La de ser verdes y con copas y de tener ramas
Y la de dar fruto a su hora, lo que no nos hace pensar,
A nosotros, que no sabemos darnos cuenta de ellos,
Pero, ¿Qué mejor metafísica que la de ellos,
Que es la de no saber para que viven,
Ni saber que no lo saben?

“Constitución intima de las cosas”…
“Sentido intimo del universo”…
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada.
Es increíble que se pueda pensar en cosas de ésas.
Es como pensar en razones y fines
Cuando el comienzo de la mañana esta rayando, y por los
Lados de los árboles
Un vago oro lustroso va perdiendo la oscuridad.

Pensar en el sentido íntimo de las cosas
Es sobrepuesto, como pensar en la salud
O llevar un vaso al agua de las fuentes.

El único sentido íntimo de las cosas
Es que no tienen sentido íntimo.

No creo en Dios porque nunca lo vi.
Si el quisiera que yo creyese en él,
Sin duda que vendría a hablar conmigo
Y entraría por mi puerta hacia dentro
Diciéndome ¡Aquí estoy!

(Esto talvez sea ridículo a los oídos
De quien, por no saber lo que es mirar a las cosas,
No comprende a quien habla de ellas
Con un modo de hablar que reparar en ellas enseña.)

Pero si Dios es las flores y los árboles
Y los montes y el sol y la luz de la luna,
Entonces creo en él,
Entonces creo en él a toda hora,
Y mi vida es toda una oración y una misa,
Es una comunión con los ojos y por los oídos.

Pero si Dios es los árboles y las flores
Y los montes y la luz de la luna y el sol,
¿Para que lo llamo Dios?
Lo llamo flores y arboles y montes y sol y luz de luna;
Porque, si él se hizo, para que yo lo vea,
Sol y luz de luna y flores y árboles y montes,
Si él se me aparece siendo árboles y montes
Y luz de luna y sol y flores,
Es que él quiere que yo lo conozca
Como árboles y montes y flores y luz de luna y sol.

Y por eso le obedezco
(¿Que mas se yo de Dios que Dios de si mismo?)
Le obedezco al vivir, espontáneamente,
Como quien abre los ojos y ve,
Y lo llamo luz de luna y sol y flores y árboles y montes,
Y lo amo sin pensar en él,
Y lo pienso viendo y oyendo,
Y andando con él a toda hora.


XIV
No me importan las rimas. Raras veces
Hay dos árboles iguales, uno al lado de otro.
Pienso y escribo como las flores tienen color.
Pero con menos perfección en mi modo de expresarme
Porque me falta la simplicidad divina
De ser todo solamente mi exterior.

Miro y me conmuevo,
Me conmuevo como el agua corre
Cuando el suelo esta inclinado,
Y mi poesía es natural como el levantar del viento…



AYER EL PREDICADOR.
Ayer el predicador de verdades de él,
Hablo otra vez conmigo.
Hablo del sufrimiento de las clases que trabajan
(No de las personas que sufren, que son finalmente quienes sufren)
Hablo de la injusticia de tener unos dinero,
Y de otros tener hambre, que no sé si es hambre de comer,
O si es solo hambre de la sobremesa ajena.
Hablo de todo cuanto pudiera hacerlo encolerizarse.

¡Que feliz debe ser quien puede pensar en la infelicidad de los otros!
¡Que entupido sino sabe que la infelicidad de los otros es de ellos,
Y no se cura desde afuera!
Porque sufrir no es tener falta de tinta
O que el cajón no tenga aros de hierro!

Haber injusticia es como haber muerte.
Yo nunca daría un paso para alterar
Aquello que llaman la injusticia del mundo.
Mil pasos que diera para eso
Serían sólo mil pasos.
Acepto la injusticia como acepto que una piedra no sea redonda,
Y que un alcornoque no haya nacido pino o roble.

Corte la naranja en dos, y las dos partes no podían ser iguales.
¿Para cual fui injusto –yo, que las voy a comer a ambas?

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