miércoles, 10 de noviembre de 2010

DOS POEMAS MAGNIFICOS: EDUARDO ARMANDO MOLIMA

Solo se que me desprendí de la rama tierna de un árbol bueno,
Que solo dio cinco frutos. Baje al mundo para conocerte
Y conocer el mundo, para darle poesía,
Para darle mi vida en letras. Se que mi destino es alto
Y que volveré a ser hoja, en la que nacerán nuevos frutos.

Eduardo Armando Molina.

¿Quien eres,
De donde vienes? Eternidad,
De sangre, venas.
Desterrado dolor que habito.
Antigua ausencia
De esta urgencia
De las carnes y saliva.

Eduardo Armando Molina.
TU Y YO, POEMA RECAPITULAR
DE LA HISTORIA.
La lepra,
La peste,
La sífilis,
La ceguera,
La polio,
La mudez,
La sordera,
La tristeza,
La soledad,
La sobriedad,
La cosa,
La mierda,
La sangre,
La lujuria,
La serpiente,
La angustia,
La locura,
La lotería,
La música,
La forma,
La luna,
La desnudez…

El universo,
El sol,
El triunfo,
El horizonte,
El infinito,
El tiempo,
El resplandor,
El crepúsculo,
El coral,
El árbol,
El beso,
El placer,
El delirio,
El fruto,
El sexo,
El sabor,
El mar,
El viento,
El huracán,
El magma,
El espacio,
El pan,
El mundo…

jueves, 7 de octubre de 2010

AUTORRETRATO; ALEJANDRO JODOROWSKY.

AUTORRETRATO; ALEJANDRO JODOROWSKY.

Me gusta desarrollar mi conciencia
Para comprender porque estoy vivo.
Que es mi cuerpo y que debo de hacer para cooperar
Con los supremos designios del Universo.
No me gusta la gente que acumula datos
Inútiles y se crea conductas postizas…
Me gusta respetar a los otros, no por las
Desviaciones narcisistas de su personalidad,
Sino por su desarrollo interno.
No me gusta la gente cuya mente no sabe
Descansar en silencio, cuyo corazón
Critica a los otros sin cesar…
Cuyo sexo vive insatisfecho,
Cuyo cuerpo se intoxica sin saber
Agradecer estar vivo…
Cada segundo de vida es un regalo sublime.
Me gusta envejecer por que el tiempo
Disuelve lo superfluo
Y conserva lo esencial…
No me gusta la gente que por amarras
Infantiles, a las mentiras,
Las convierte en supersticiones.
No me gusta que haya un Papa
Que predica sin compartir su alma,
Con una Papisa, no me gusta que
La religión, este en manos de hombres
Que desprecian alas mujeres…
Me gusta colaborar y no competir.
Me gusta descubrir, en cada ser,
Esa joya eterna que podríamos
Llamar Dios interior.
No me gusta el arte que diviniza
El ombligo de quien lo practica,
Me gusta el arte que sirve para sanar.
No me gustan los tontos graves,
Me gusta todo aquello que provoca la risa.
Me gusta enfrentar, voluntariamente
Mi sufrimiento, con el objeto
De expandir mi conciencia…

domingo, 26 de septiembre de 2010

con cariño compartimos un poco de oseo y poesía de nuestra cabeza, gracias por la invitación atte. José Mayorga y Alberto Juarez

Cuando te pienso

El cosmos me cabe en una neurona,
el resto de ellas no paran de poetizarte,
en ese sublime momento lo que queda de mi
se dedica a beberse poco a poco el amargo vid
que destilan las horas en donde soy todo menos tu compañía.

Curita.

Curame tu ausencia con uno de tus tan cálidos abrazos,
llévame a los atardeceres de tu sonrisa ,
a las noches de luna en donde un beso tuyo
estrellaba el cuelo, llévame ahí en donde tus caricias
duran meses , Ahí en donde no hay espacio para decirnos adiós .

Recado colgado en tu pared

Mujer:
Te espero en mi vida con la fe infantil del seis de enero,
del padre nuestro del condenado a muerte ,
del pintor que resucita a sus muertos en cada cuadro,
del redentor de mujeres de esquina,
de la boca del devoto antes de la eucaristía,
no se te olvide que espero,
que mis sístoles y diástoles marcan el segundero del reloj que me comí cuando nací,
que mis días mueren y nacen como los tuyos ,
que apenas encuentro un motivo sonrío,
y que esperarte vale la pena,
porque tu corazón entiende lo que tu razón trata de ignorar

Bonita
Ser de espejos sinceros,
encierras en tus ojos todo el fuego del centro del mundo,
los paisajes cantados por jaranas y violines,
los secretos que duermen en las pestañas de del recién nacidos
y los sueños del conejo que vive en lo que los poetas llama luna.

Maldición

!Maldigo las horas sin ti¡
son ellas las que las que me tienen en desasosiego,
roban mi alma y arrancan el sueño,
te necesito como el fuego a las manos del que se congela,
dame una señal para aparecer en donde menos se te ocurra encontrarme.

Junto

Junto toda la fuerza de mi tan disminuido cuerpo,
la entereza de la mar en calma, la lucidez de los iluminados,
la la calma del que ora , para atreverme a decir :
!!!mujer te quiero¡¡¡

lunes, 23 de agosto de 2010

DECIR QUE ERA EL MAL NO ES DECIR NADA, CONOCEMOS SUS CARAS…

DECIR QUE ERA EL MAL NO ES DECIR NADA, CONOCEMOS SUS CARAS…

Nosotros, apeñuscados en un autobús parisiense, éramos incapaces de entender. Se vuelve del trabajo en plena ola de frío, se esta casi bien en la plataforma cerrada del autobús…
No sé donde subió el hombre del sobretodo y el sombrero negros, en algún momento estuvo entre nosotros, como nosotros debió alcanzar su ticket al guardia metido en su casilla y quedarse entre los demás mirando al suelo, frotándose los ojos en otros sobretodos, en otros guantes y periódicos y bolsos de mujeres. Ya al pasar el puente de Alma, antes de la primera parada de Avenue Bosquet, algunos lo notaron y se retrajeron, buscando una distancia protectora entre otros pasajeros todavía ajenos.
Muchos bajaron en la parada Ecole Militaire; se entraba en el último tramo del trayecto y el autobús estaba caliente de aire viciado, de cuerpos laxos debajo de incontables chalecos y bufandas. En algún momento tuve conciencia del miedo que se había venido instalando poco a poco en esta plataforma donde a nadie se le hubiera ocurrido imaginar que alguna vez tendría miedo. No se describir una cosa así; era un aura, una irradiación del mal, una presencia abominable. El hombre del sobretodo negro, con el cuello subido tapándole la boca y la nariz, y el ala del sombrero sobre los ojos, sabia o quería que eso fuera así; en ningún momento miro a nadie, pero la amenaza que emanaba de esa incomunicación se volvía tan insoportable que los pasajeros estábamos como unidos y a la vez indefensos, esperando cualquier cosa. Recuerdo que el guardia, un hombre de pelo gris y aire apacible, miró al hombre y casi inmediatamente miró a los tres o cuatro pasajeros que aun seguíamos de pie en la plataforma. Fue como si nos aliáramos, y el hombre del sobretodo supo que nos aliábamos y siguió inmóvil, tomado con una mano de la barra vertical, los ojos clavados en sus zapatos; era todavía peor y duraba infinitamente. No había ya mujeres, los hombres no nos movíamos, pero se que cada uno esperaba el momento de bajar como una fuga, una devolución a la vida de fuera.
Decir que era el mal no es decir nada; conocemos sus caras sonrientes y sus muchos juegos amables. Lo insoportable (y eso lo sentíamos todos desde nuestros diferentes horizontes) era la falta de todo signo manifiesto; la locura puede darse como una cosa así, que de pronto un lápiz sea la muerte o la lepra sin dejar de ser nada mas que un lápiz en una contradicción que anula toda defensa, y la razón es sobre todo defensa.
El hombre seguía inmóvil, la cara casi oculta, mirando sus zapatos; de ahí salía como una mancha de vacío, un hedor a sombra, una potencia. Estoy seguro de que si hubiera levantado bruscamente la cabeza para buscar a cualquiera de nosotros, la respuesta habría sido un grito o una carrera a ciegas en busca de la salida. En esa suspensión del tiempo jugaban fuerzas que ya nada tenían que ver con nosotros; el miedo era una materia viva en la que se abrían paso la noción confusa de lo que iba a suceder si alguien de fuera subía desaprensivamente y empujaba el bulto espeso, oscuro, pegado a la barra vertical. En esa alianza por debajo de toda inteligencia, esa aterradora comunicación por la boca del estomago y el pelo de la nuca, cualquier ruptura parecía aun mas insoportable que la lentísima carrera del autobús 92 por la noche. Cuando en la parada de la Avenue Lowendal no subió ni bajo nadie, comprendí que me tocaba acercarme al hombre para alcanzar la campanilla, y en ese mismo momento vi, vimos todos, que su mano resbalaba por la barra de apoyo en busca del botón de llamada. Se que me quede lo mas atrás posible, con la esperanza de que otros bajaran también en la parada de la rue de Oudinot, pero nadie se movía, él había tocado la campanilla para bajar y el 92 seguía corriendo por la avenida, acercándose a la parada, frenando al fin lentamente para no patinar en la capa de nieve y escarcha. Cuando bufaron las puertas automáticas y el hombre, dándonos la espalda para bajar, el guarda espero con la mano sobre la palanca, hasta que tres de nosotros decidimos al mismo tiempo a descender para cerrar la puerta.
La avenida nos cegaba con su silenciosa oscuridad, y había que moverse con precaución para no resbalar en la escarcha. Los que habíamos bajado esperábamos juntos a que el autobús arrancara para atravesar la avenida, sin hablar (¿que hubiéramos podido decirnos, que relación legitima había entre nosotros?) y como avergonzados de esa complicidad que tardaba en romperse. El hombre había subido a la acera y estaba inmóvil en la esquina de la avenida y la rue Oudinot, sin mirar hacia nosotros. A su espalda se alzaba el paredón del instituto de ciegos, quizá entraría allí o en cualquiera del as casas de retiro de este barrio lleno de conventos y jardines tapiados. Mis dos compañeros empezaron a cruzar la avenida, los seguí de cerca, temiendo que quizá el hombre echara a andar tras de mi. Los otros dos se perdían ya avenida abajo, caminaban juntos manteniendo la alianza. Yo resbale y tuve que asirme al tronco de un plátano; la esquina estaba desierta. Seguí viajando muchos meses en el 92 a las mismas horas, me tocaron con frecuencia algunos de los compañeros de aquella noche. El Mal no volvió a subir, nosotros, como en realidad no nos conocíamos, jamás hablamos de aquella noche.
De Quincey en su “Del asesinato considerado como una obra de arte” debe haberse dado cuenta, como después Dostoievsky en el final del “Idiota” que ciertos niveles del crimen están condicionados por valores diferentes, en un sistema donde el juicio y la conciencia son como tragados por el horror sin nombre que mueve al mismo tiempo al criminal y a la victima. No se trata solo del miedo que estimula y facilita una serie de asesinatos en cadena, como en el caso de Jack the Ripper o el Vampiro de Dusseldorf, pueden darse circunstancias que estaría tentado de llamar ceremoniales, una doble danza encadenada del victimario y la victima, un cumplimiento. La victimología existe hace años como disciplina…

“Encuentro con el Mal” Julio Cortazar.

viernes, 20 de agosto de 2010

LAS GORGONAS, LAS HIDRAS, LAS TERRIBLES LEYENDAS…

LAS GORGONAS, LAS HIDRAS, LAS TERRIBLES LEYENDAS…

Las Gorgonas, las Hidras y las Quimeras, las terribles leyendas de Celeno y las Arpías, pueden
Encontrar eco en las mentes supersticiosas. Pero, en realidad precedieron en mucho a las mentes supersticiosas. Son simples trascripciones, signos; los arquetipos se encuentran en nosotros y son eternos. Si así no fuera, ¿Cómo podría llegar a impresionarnos un relato que sabemos positivamente falso? ¿Tal vez concebimos ese tipo de miedo como la amenaza de un daño físico? Esos terrores son de una gran antigüedad. Se remontan a mucho antes de que existiera el propio cuerpo ser humano. En verdad, ni siquiera necesita al cuerpo humano, porque igual hubiera sido sin el.
La circunstancia de que el miedo al que nos referimos en este punto sea de una naturaleza totalmente espiritual y que campee principalmente durante nuestra infancia, remite a problemas cuya dilucidación puede arrojar luz acerca de nuestra condición mucho antes de que llegásemos al mundo o, por lo menos, atisbos sobre el tenebroso reino anterior a la existencia.

“Witches and Other Night” Charles LLamb.

BRUJERÍA Y SANTIDAD, EL VERDADERO MAL ES MUY RARO…

BRUJERÍA Y SANTIDAD, EL VERDADERO MAL ES MUY RARO…

Brujería y santidad, he aquí las únicas dos realidades –prosiguió Ambrosio- la magia tiene su justificación en sus criaturas: comen mendrugos de pan y beben agua con una alegría mucho mas intensa que la del epicúreo.
-¿Se refiere a los santos?- intervino Cotgrave.
Si, y también a los pecadores. Creo que usted cae en el error de quienes limitan el mundo espiritual a las regiones del bien supremo. Los seres extremadamente perversos forman también parte del mundo espiritual. El hombre vulgar, carnal, sensual, no será jamás un gran santo. Pero tampoco un gran pecador. En nuestra mayoría, somos simples criaturas de barro cotidiano, sin comprender el significado profundo de las cosas, y por esto el bien y el mal son en nosotros idénticos, de ocasión, sin importancia…
Los “grandes” tanto en el bien como en el mal, son quienes abandonan las copias imperfectas y se encaminan a los originales perfectos. Los más excelsos entre los santos jamás hicieron una “buena acción” en el sentido corriente de la palabra. Por el contrario existen hombres que han descendido hasta el fondo de los abismos del mal, y que, en toda su vida, no han cometido lo que ustedes llaman una “mala acción”…
Cotgrave le atajo: Sus paradojas son monstruosas, ¿Puede un hombre ser un gran pecador sin haber hecho nunca nada culpable?
Un hombre puede ser un gran conocedor de vinos de borgoña sin jamás haber entrado en una taberna… su reacción revela que no tiene la menor idea de lo que puede ser el pecado. Naturalmente existe una relación entre el pecado con mayúsculas y los actos considerados como culpables: asesinato, robo, adulterio… la misma relación que existe entre el alfabeto y la poesía mas genial. El suyo es un error casi universal. Se ha acostumbrado a mirar las cosas a través de unas gafas sociales. Pensamos que el hombre que nos hace daño, a nosotros, o a nuestros vecinos, es un hombre malo. Y lo es, desde el punto de vista social. ¿No puede comprender que el mal, en su esencia, es una cosa solitaria, una pasión del alma? El asesino corriente, no es en modo alguno un pecador…
El asesino no mata por razones positivas, sino negativas, le falta algo que poseen los no- asesinos. El Mal, por el contrario, es totalmente positivo. Y es muy raro. Sin duda hay menos pecadores verdaderos que santos. En cuanto a los que llaman criminales, son seres molestos, pero entre sus actos antisociales y el Mal existe un gran abismo.
Cotgrave hablo: ¿Opina pues que no comprendemos la verdadera naturaleza del mal?
Lo sobreestimamos. O bien lo menospreciamos. Llamamos pecado a las infracciones de los reglamentos. Por otra parte, atribuimos una importancia tan enorme al “pecado” que consiste que consiste en meter mano a nuestros bienes o a nuestras mujeres, que hemos perdido absolutamente de vista lo que hay de horrible en los verdaderos pecados.
-Entonces, ¿Que es el pecado? –dijo Cotgrave.
¿Qué experimentaría si su gato o su perro empezaran a hablarle con voz humana? ¿Y si las rosas de su jardín se pusieran a cantar esta noche? Pues bien, estos ejemplos pueden darle una vaga idea de lo que es realmente el pecado.
-Me asombra –dijo Cotgrave- Entonces, según usted, la esencia del pecado seria…
Querer tomar por asalto el cielo –respondió Ambrosio- El pecado consiste, en una voluntad de penetrar de manera prohibida en otra esfera más alta. Esto explica que sea tan raro. En realidad pocos hombres desean penetrar en otras esferas, sean altas o bajas, y de manera autorizada o prohibida. Hay pocos santos. Y los pecadores, son todavía más raros. Puede ser más difícil convertirse en un gran pecador que en un gran santo. La santidad exige un esfuerzo. Se trata de encontrar otra vez el éxtasis que conoció el hombre antes de la caída. En cambio, el pecado es una tentativa de obtener un éxtasis y un saber que no existen y que jamás han sido dados al hombre, y el que lo intenta se convierte en demonio. El simple asesino no es necesariamente un pecador; pero el pecador es a veces un asesino. Gilles de Rais por ejemplo. Si el bien y el mal están fuera del alcance de las manos del hombre contemporáneo, igualmente, el mal lo esta en un sentido mucho mas profundo. El santo se esfuerza en recobrar un don perdido; es el pecador quien persigue algo que no ha poseído jamás. En resumidas cuentas, reproduce la caída…
Nuestros sentidos superiores están tan embotados y estamos a tal punto saturados de un materialismo tan banal, que no reconoceríamos el verdadero mal si nos tropezáramos con él… A veces podemos reconocer el mal por el odio que manifiesta al bien y nada más; pero esto es fortuito. En realidad, los jerarcas del infierno pasan inadvertidos al lado nuestro.
-¿Piensa que ellos mismos ignoran el mal que encarnan?- Pregunto Cotgrave.
Así lo creo. El verdadero mal en el hombre, es como la santidad y el genio, es un éxtasis del alma, rebasa los límites naturales del espíritu, escapa a la conciencia. Un hombre puede ser infinita y horriblemente malo sin sospecharlo siquiera.
Procuro seguirle -dijo Cotgrave- ¿Cree usted que el mal verdadero tiene una esencia completamente distinta de lo que solemos llamar el mal?
Absolutamente. Un pobre tipo excitado por el alcohol puede matar a patadas a su mujer y a sus hijos. Es un asesino. Gilles de Rais es también un asesino. Pero ¿Advierte el abismo que los separa? Se trata del mismo débil parecido que existe entre todos los pecados sociales y los verdaderos pecados espirituales, que son como la sombra y la realidad.
-¿Cree usted que el pecado es una cosa oculta, secreta?- observo Cotgrave.
Si. Es el milagro infernal, como la santidad es el milagro sobrenatural. El verdadero pecado se eleva a un grado tal que no podemos sospechar en absoluto de su existencia. Es como la nota más baja del órgano, tan profunda que nadie la oye. Acuérdese del apóstol: hablaba del otro lado y hacia una distinción entre las acciones caritativas y la caridad. Uno puede darlo todo a los pobres y, a pesar de ello, carecer de caridad, puede evitar todos los pecados y, sin embargo, ser una criatura del mal.
-Según usted, el verdadero pecador podría pasar muy bien por un personaje inofensivo- dijo Cotgrave.
Ambrosio continuo exaltado: Ciertamente. El verdadero mal no tiene nada que ver con la sociedad. Y tampoco el bien. ¿Usted se sentiría a gusto en compañía de San Pablo? ¿Se entendería bien con Sir Galahad? Lo mismo puede decirse de los pecadores. Si usted encontrara a un verdadero pecador y reconociera el pecado que hay en él, sin duda quedaría horrorizado. Pero tal vez no existiría ninguna razón para que aquel hombre le disgustara. ¡Nadie puede adivinar cuan terrible es el verdadero mal! Si las rosas y los lirios se pusieran a cantar esta madrugada, si los muebles de esta casa empezaran a desfilar en procesión como en el cuento de Maupassant…
-Quería preguntarle, a que corresponden en la humanidad, estas proezas imaginarias de las cosas que usted cita. Repito: ¿Qué es pues, el pecado? Quisiera que me diese usted un ejemplo concreto- dijo intrigado Cotgrave.
Por primera vez, Ambrosio vacilo:
Ya le he dicho que el verdadero mal es muy raro. El materialismo de nuestra época, que tanto ha hecho para suprimir la santidad, tal vez ha hecho más aún para suprimir el mal. Encontramos tal comodidad en la tierra, que no sentimos deseos de subir ni bajar. Todo ocurre como si el especialista del infierno realizase trabajos puramente arqueológicos…
Veo que esta usted realmente interesado. Pues bien, confieso que he reunido, en efecto, algunos documentos…

“White Town” Arthur Machen.