lunes, 23 de agosto de 2010

DECIR QUE ERA EL MAL NO ES DECIR NADA, CONOCEMOS SUS CARAS…

DECIR QUE ERA EL MAL NO ES DECIR NADA, CONOCEMOS SUS CARAS…

Nosotros, apeñuscados en un autobús parisiense, éramos incapaces de entender. Se vuelve del trabajo en plena ola de frío, se esta casi bien en la plataforma cerrada del autobús…
No sé donde subió el hombre del sobretodo y el sombrero negros, en algún momento estuvo entre nosotros, como nosotros debió alcanzar su ticket al guardia metido en su casilla y quedarse entre los demás mirando al suelo, frotándose los ojos en otros sobretodos, en otros guantes y periódicos y bolsos de mujeres. Ya al pasar el puente de Alma, antes de la primera parada de Avenue Bosquet, algunos lo notaron y se retrajeron, buscando una distancia protectora entre otros pasajeros todavía ajenos.
Muchos bajaron en la parada Ecole Militaire; se entraba en el último tramo del trayecto y el autobús estaba caliente de aire viciado, de cuerpos laxos debajo de incontables chalecos y bufandas. En algún momento tuve conciencia del miedo que se había venido instalando poco a poco en esta plataforma donde a nadie se le hubiera ocurrido imaginar que alguna vez tendría miedo. No se describir una cosa así; era un aura, una irradiación del mal, una presencia abominable. El hombre del sobretodo negro, con el cuello subido tapándole la boca y la nariz, y el ala del sombrero sobre los ojos, sabia o quería que eso fuera así; en ningún momento miro a nadie, pero la amenaza que emanaba de esa incomunicación se volvía tan insoportable que los pasajeros estábamos como unidos y a la vez indefensos, esperando cualquier cosa. Recuerdo que el guardia, un hombre de pelo gris y aire apacible, miró al hombre y casi inmediatamente miró a los tres o cuatro pasajeros que aun seguíamos de pie en la plataforma. Fue como si nos aliáramos, y el hombre del sobretodo supo que nos aliábamos y siguió inmóvil, tomado con una mano de la barra vertical, los ojos clavados en sus zapatos; era todavía peor y duraba infinitamente. No había ya mujeres, los hombres no nos movíamos, pero se que cada uno esperaba el momento de bajar como una fuga, una devolución a la vida de fuera.
Decir que era el mal no es decir nada; conocemos sus caras sonrientes y sus muchos juegos amables. Lo insoportable (y eso lo sentíamos todos desde nuestros diferentes horizontes) era la falta de todo signo manifiesto; la locura puede darse como una cosa así, que de pronto un lápiz sea la muerte o la lepra sin dejar de ser nada mas que un lápiz en una contradicción que anula toda defensa, y la razón es sobre todo defensa.
El hombre seguía inmóvil, la cara casi oculta, mirando sus zapatos; de ahí salía como una mancha de vacío, un hedor a sombra, una potencia. Estoy seguro de que si hubiera levantado bruscamente la cabeza para buscar a cualquiera de nosotros, la respuesta habría sido un grito o una carrera a ciegas en busca de la salida. En esa suspensión del tiempo jugaban fuerzas que ya nada tenían que ver con nosotros; el miedo era una materia viva en la que se abrían paso la noción confusa de lo que iba a suceder si alguien de fuera subía desaprensivamente y empujaba el bulto espeso, oscuro, pegado a la barra vertical. En esa alianza por debajo de toda inteligencia, esa aterradora comunicación por la boca del estomago y el pelo de la nuca, cualquier ruptura parecía aun mas insoportable que la lentísima carrera del autobús 92 por la noche. Cuando en la parada de la Avenue Lowendal no subió ni bajo nadie, comprendí que me tocaba acercarme al hombre para alcanzar la campanilla, y en ese mismo momento vi, vimos todos, que su mano resbalaba por la barra de apoyo en busca del botón de llamada. Se que me quede lo mas atrás posible, con la esperanza de que otros bajaran también en la parada de la rue de Oudinot, pero nadie se movía, él había tocado la campanilla para bajar y el 92 seguía corriendo por la avenida, acercándose a la parada, frenando al fin lentamente para no patinar en la capa de nieve y escarcha. Cuando bufaron las puertas automáticas y el hombre, dándonos la espalda para bajar, el guarda espero con la mano sobre la palanca, hasta que tres de nosotros decidimos al mismo tiempo a descender para cerrar la puerta.
La avenida nos cegaba con su silenciosa oscuridad, y había que moverse con precaución para no resbalar en la escarcha. Los que habíamos bajado esperábamos juntos a que el autobús arrancara para atravesar la avenida, sin hablar (¿que hubiéramos podido decirnos, que relación legitima había entre nosotros?) y como avergonzados de esa complicidad que tardaba en romperse. El hombre había subido a la acera y estaba inmóvil en la esquina de la avenida y la rue Oudinot, sin mirar hacia nosotros. A su espalda se alzaba el paredón del instituto de ciegos, quizá entraría allí o en cualquiera del as casas de retiro de este barrio lleno de conventos y jardines tapiados. Mis dos compañeros empezaron a cruzar la avenida, los seguí de cerca, temiendo que quizá el hombre echara a andar tras de mi. Los otros dos se perdían ya avenida abajo, caminaban juntos manteniendo la alianza. Yo resbale y tuve que asirme al tronco de un plátano; la esquina estaba desierta. Seguí viajando muchos meses en el 92 a las mismas horas, me tocaron con frecuencia algunos de los compañeros de aquella noche. El Mal no volvió a subir, nosotros, como en realidad no nos conocíamos, jamás hablamos de aquella noche.
De Quincey en su “Del asesinato considerado como una obra de arte” debe haberse dado cuenta, como después Dostoievsky en el final del “Idiota” que ciertos niveles del crimen están condicionados por valores diferentes, en un sistema donde el juicio y la conciencia son como tragados por el horror sin nombre que mueve al mismo tiempo al criminal y a la victima. No se trata solo del miedo que estimula y facilita una serie de asesinatos en cadena, como en el caso de Jack the Ripper o el Vampiro de Dusseldorf, pueden darse circunstancias que estaría tentado de llamar ceremoniales, una doble danza encadenada del victimario y la victima, un cumplimiento. La victimología existe hace años como disciplina…

“Encuentro con el Mal” Julio Cortazar.

viernes, 20 de agosto de 2010

LAS GORGONAS, LAS HIDRAS, LAS TERRIBLES LEYENDAS…

LAS GORGONAS, LAS HIDRAS, LAS TERRIBLES LEYENDAS…

Las Gorgonas, las Hidras y las Quimeras, las terribles leyendas de Celeno y las Arpías, pueden
Encontrar eco en las mentes supersticiosas. Pero, en realidad precedieron en mucho a las mentes supersticiosas. Son simples trascripciones, signos; los arquetipos se encuentran en nosotros y son eternos. Si así no fuera, ¿Cómo podría llegar a impresionarnos un relato que sabemos positivamente falso? ¿Tal vez concebimos ese tipo de miedo como la amenaza de un daño físico? Esos terrores son de una gran antigüedad. Se remontan a mucho antes de que existiera el propio cuerpo ser humano. En verdad, ni siquiera necesita al cuerpo humano, porque igual hubiera sido sin el.
La circunstancia de que el miedo al que nos referimos en este punto sea de una naturaleza totalmente espiritual y que campee principalmente durante nuestra infancia, remite a problemas cuya dilucidación puede arrojar luz acerca de nuestra condición mucho antes de que llegásemos al mundo o, por lo menos, atisbos sobre el tenebroso reino anterior a la existencia.

“Witches and Other Night” Charles LLamb.

BRUJERÍA Y SANTIDAD, EL VERDADERO MAL ES MUY RARO…

BRUJERÍA Y SANTIDAD, EL VERDADERO MAL ES MUY RARO…

Brujería y santidad, he aquí las únicas dos realidades –prosiguió Ambrosio- la magia tiene su justificación en sus criaturas: comen mendrugos de pan y beben agua con una alegría mucho mas intensa que la del epicúreo.
-¿Se refiere a los santos?- intervino Cotgrave.
Si, y también a los pecadores. Creo que usted cae en el error de quienes limitan el mundo espiritual a las regiones del bien supremo. Los seres extremadamente perversos forman también parte del mundo espiritual. El hombre vulgar, carnal, sensual, no será jamás un gran santo. Pero tampoco un gran pecador. En nuestra mayoría, somos simples criaturas de barro cotidiano, sin comprender el significado profundo de las cosas, y por esto el bien y el mal son en nosotros idénticos, de ocasión, sin importancia…
Los “grandes” tanto en el bien como en el mal, son quienes abandonan las copias imperfectas y se encaminan a los originales perfectos. Los más excelsos entre los santos jamás hicieron una “buena acción” en el sentido corriente de la palabra. Por el contrario existen hombres que han descendido hasta el fondo de los abismos del mal, y que, en toda su vida, no han cometido lo que ustedes llaman una “mala acción”…
Cotgrave le atajo: Sus paradojas son monstruosas, ¿Puede un hombre ser un gran pecador sin haber hecho nunca nada culpable?
Un hombre puede ser un gran conocedor de vinos de borgoña sin jamás haber entrado en una taberna… su reacción revela que no tiene la menor idea de lo que puede ser el pecado. Naturalmente existe una relación entre el pecado con mayúsculas y los actos considerados como culpables: asesinato, robo, adulterio… la misma relación que existe entre el alfabeto y la poesía mas genial. El suyo es un error casi universal. Se ha acostumbrado a mirar las cosas a través de unas gafas sociales. Pensamos que el hombre que nos hace daño, a nosotros, o a nuestros vecinos, es un hombre malo. Y lo es, desde el punto de vista social. ¿No puede comprender que el mal, en su esencia, es una cosa solitaria, una pasión del alma? El asesino corriente, no es en modo alguno un pecador…
El asesino no mata por razones positivas, sino negativas, le falta algo que poseen los no- asesinos. El Mal, por el contrario, es totalmente positivo. Y es muy raro. Sin duda hay menos pecadores verdaderos que santos. En cuanto a los que llaman criminales, son seres molestos, pero entre sus actos antisociales y el Mal existe un gran abismo.
Cotgrave hablo: ¿Opina pues que no comprendemos la verdadera naturaleza del mal?
Lo sobreestimamos. O bien lo menospreciamos. Llamamos pecado a las infracciones de los reglamentos. Por otra parte, atribuimos una importancia tan enorme al “pecado” que consiste que consiste en meter mano a nuestros bienes o a nuestras mujeres, que hemos perdido absolutamente de vista lo que hay de horrible en los verdaderos pecados.
-Entonces, ¿Que es el pecado? –dijo Cotgrave.
¿Qué experimentaría si su gato o su perro empezaran a hablarle con voz humana? ¿Y si las rosas de su jardín se pusieran a cantar esta noche? Pues bien, estos ejemplos pueden darle una vaga idea de lo que es realmente el pecado.
-Me asombra –dijo Cotgrave- Entonces, según usted, la esencia del pecado seria…
Querer tomar por asalto el cielo –respondió Ambrosio- El pecado consiste, en una voluntad de penetrar de manera prohibida en otra esfera más alta. Esto explica que sea tan raro. En realidad pocos hombres desean penetrar en otras esferas, sean altas o bajas, y de manera autorizada o prohibida. Hay pocos santos. Y los pecadores, son todavía más raros. Puede ser más difícil convertirse en un gran pecador que en un gran santo. La santidad exige un esfuerzo. Se trata de encontrar otra vez el éxtasis que conoció el hombre antes de la caída. En cambio, el pecado es una tentativa de obtener un éxtasis y un saber que no existen y que jamás han sido dados al hombre, y el que lo intenta se convierte en demonio. El simple asesino no es necesariamente un pecador; pero el pecador es a veces un asesino. Gilles de Rais por ejemplo. Si el bien y el mal están fuera del alcance de las manos del hombre contemporáneo, igualmente, el mal lo esta en un sentido mucho mas profundo. El santo se esfuerza en recobrar un don perdido; es el pecador quien persigue algo que no ha poseído jamás. En resumidas cuentas, reproduce la caída…
Nuestros sentidos superiores están tan embotados y estamos a tal punto saturados de un materialismo tan banal, que no reconoceríamos el verdadero mal si nos tropezáramos con él… A veces podemos reconocer el mal por el odio que manifiesta al bien y nada más; pero esto es fortuito. En realidad, los jerarcas del infierno pasan inadvertidos al lado nuestro.
-¿Piensa que ellos mismos ignoran el mal que encarnan?- Pregunto Cotgrave.
Así lo creo. El verdadero mal en el hombre, es como la santidad y el genio, es un éxtasis del alma, rebasa los límites naturales del espíritu, escapa a la conciencia. Un hombre puede ser infinita y horriblemente malo sin sospecharlo siquiera.
Procuro seguirle -dijo Cotgrave- ¿Cree usted que el mal verdadero tiene una esencia completamente distinta de lo que solemos llamar el mal?
Absolutamente. Un pobre tipo excitado por el alcohol puede matar a patadas a su mujer y a sus hijos. Es un asesino. Gilles de Rais es también un asesino. Pero ¿Advierte el abismo que los separa? Se trata del mismo débil parecido que existe entre todos los pecados sociales y los verdaderos pecados espirituales, que son como la sombra y la realidad.
-¿Cree usted que el pecado es una cosa oculta, secreta?- observo Cotgrave.
Si. Es el milagro infernal, como la santidad es el milagro sobrenatural. El verdadero pecado se eleva a un grado tal que no podemos sospechar en absoluto de su existencia. Es como la nota más baja del órgano, tan profunda que nadie la oye. Acuérdese del apóstol: hablaba del otro lado y hacia una distinción entre las acciones caritativas y la caridad. Uno puede darlo todo a los pobres y, a pesar de ello, carecer de caridad, puede evitar todos los pecados y, sin embargo, ser una criatura del mal.
-Según usted, el verdadero pecador podría pasar muy bien por un personaje inofensivo- dijo Cotgrave.
Ambrosio continuo exaltado: Ciertamente. El verdadero mal no tiene nada que ver con la sociedad. Y tampoco el bien. ¿Usted se sentiría a gusto en compañía de San Pablo? ¿Se entendería bien con Sir Galahad? Lo mismo puede decirse de los pecadores. Si usted encontrara a un verdadero pecador y reconociera el pecado que hay en él, sin duda quedaría horrorizado. Pero tal vez no existiría ninguna razón para que aquel hombre le disgustara. ¡Nadie puede adivinar cuan terrible es el verdadero mal! Si las rosas y los lirios se pusieran a cantar esta madrugada, si los muebles de esta casa empezaran a desfilar en procesión como en el cuento de Maupassant…
-Quería preguntarle, a que corresponden en la humanidad, estas proezas imaginarias de las cosas que usted cita. Repito: ¿Qué es pues, el pecado? Quisiera que me diese usted un ejemplo concreto- dijo intrigado Cotgrave.
Por primera vez, Ambrosio vacilo:
Ya le he dicho que el verdadero mal es muy raro. El materialismo de nuestra época, que tanto ha hecho para suprimir la santidad, tal vez ha hecho más aún para suprimir el mal. Encontramos tal comodidad en la tierra, que no sentimos deseos de subir ni bajar. Todo ocurre como si el especialista del infierno realizase trabajos puramente arqueológicos…
Veo que esta usted realmente interesado. Pues bien, confieso que he reunido, en efecto, algunos documentos…

“White Town” Arthur Machen.

jueves, 5 de agosto de 2010

CESAR VALLEJO; POESÍA.

CESAR VALLEJO; POESÍA.



LOS HERALDOS NEGROS.

Hay golpes en la vida, tan fuertes…Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
La resaca de todo lo sufrido
Se empozara en el alma… yo no se!

Son pocos, pero son… abren zanjas oscuras
En el rostro mas fiero y en el lomo mas fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
O los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
De alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
De algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos como
Cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
Vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
Se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… yo no sé!



BORDAS DE HIELO.

Vengo a verte pasar todos los días,
Vaporcito encantado siempre lejos…
Tus ojos son dos rubios capitanes;
Tu labio es un brevísimo pañuelo
Rojo que ondea en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,
Embriagada de tiempo y de crueldad,
Vaporcito encantado siempre lejos,
La estrella de la tarde partirá!

Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
De mujer que paso!
Tus fríos capitanes darán orden;
Y quien habrá partido seré yo…



EL POETA Y SU AMADA.

Amada, esta noche tú te has crucificado
Sobre los dos maderos curvados de mi beso;
Y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
Y que hay un viernesanto más dulce que ese beso

En esta noche rara que tanto me has mirado,
La muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de septiembre se ha oficiado
Mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
Se ira sacando a pausas nuestra excelsa amargura;
Y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;
Ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
Los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.



AVESTRUZ.

Melancolía, saca tu dulce pico ya;
No cebes tus ayunos en mis trigos de luz.
Melancolía basta! Cual beben tus puñales
La sangre que extranjera mi sanguijuela azul!

No acabes el maná de mujer que ha bajado;
Yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
Mañana que no tenga yo a quien volver los ojos,
Cuando abra su gran O de burla el ataúd.

Mi corazón es tiesto regado de amargura;
Hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él…
Melancolía, deja de secarme la vida
Y desnuda tu labio de mujer…!



PIEDRA NEGRA SOBRE UNA
PIEDRA BLANCA.

Me moriré en París con aguacero,
Un día del cual ya tengo el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro-
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
Estos versos, los húmeros me he puesto
A la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
Con todo mi camino, a verme solo.

Cesar Vallejo ha muerto, le pegaban
Todos sin que él les haga nada;
Le daban duro con un palo y duro

También con una soga; son testigos
Los días jueves y los huesos húmeros,
La soledad, la lluvia, los caminos…



CONSIDERANDO EN FRIÓ,
IMPARCIALMENTE…

Considerando en frió, imparcialmente,
Que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
Se complace en su pecho colorado;
Que lo único que hace es componerse
De días;
Que es lóbrego mamífero y se peina…

Considerando
Que el hombre procede suavemente del trabajo
Y repercute jefe, suena subordinado;
Que el diagrama del tiempo
Es constante diorama en sus medallas
Y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
Desde lejanos tiempos,
Su formula famélica de masas…

Comprendiendo sin esfuerzo
Que el hombre se queda, a veces, pensando,
Como queriendo llorar,
Y, sujeto a tenderse como objeto,
Se hace buen carpintero, suda, mata,
Y luego canta, almuerza, se abotona…

Examinando, en fin,
Sus encontradas piezas, su retrete
Su desesperación, al terminar su día atroz,
Borrándolo…

Considerando también
Que el hombre es en verdad un animal
Y, no obstante, al voltear, me da con
Su triste cabeza…

Comprendiendo
Que él sabe lo que quiero,
Que le odio con afecto y me es, en suma,
Indiferente…

Considerando sus documentos generales
Y que mirando con lentes aquel certificado
Que prueba que nació muy pequeñito…

Le hago una seña,
Viene,
Y le doy un abrazo, emocionado,
¡Que mas da! Emocionado…
Emocionado…



HOY ME GUSTA LA VIDA
MUCHO MENOS…

Hoy me gusta la vidas mucho menos,
Pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toque la parte de mi todo y me contuve
Con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.

Hoy me palpo el mentón en retirada
Y en esos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tanta vida y jamás!
¡Tantos años y siempre mis semanas!...
Mis padreas enterrados con su piedra
Y su triste estirón que no ha acabado;
De cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
Y, en fin, mi ser parado y en chaleco.

Me gusta la vida enormemente
Pero, desde luego,
Con mi muerte querida y mi café
Y viendo los castaños frondosos de París
Y diciendo:
Es un ojo este, aquel, una frente esta,
Aquella… Y repitiendo:
¡Tanta vida y jamás me falla la tonada!
¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!

Dije chaleco, dije
Todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en aquel hospital
Que queda al lado
Y está bien y está mal haber mirado
De abajo hacia arriba mi organismo.
Me gusta vivir siempre, así fuese de barriga,
Porque, como iba diciendo y lo repito,
¡Tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
Y siempre, mucho siempre, siempre siempre!



HASTA EL DÍA EN QUE VUELVA
DE ESTA PIEDRA…

Hasta el día en que vuelva de esta piedra
Nacerá mi talón definitivo,
Con su juego de crímenes, su yedra,
Su obstinación dramática, su olivo.

Hasta el día en que vuelva, prosiguiendo,
Con franca rectitud de cojo amargo,
De pozo en pozo, mi periplo, entiendo
Que el hombre ha de ser bueno, sin embargo.

Hasta el día en que vuelva y hasta que ande
El animal que soy, entre sus jueces,
Nuestro bravo meñique será grande,
Digno, infinito dedo entre los dedos.



EN EL MOMENTO EN QUE
EL TENISTA…

En el momento en que el tenista lanza
Magistralmente su bala,
Le posee una inocencia totalmente animal;

En el momento
En que el filósofo sorprende con una nueva verdad,
Es una bestia completa.
Anatole France afirmaba
Que el sentimiento religioso
Es la función de un órgano especial del cuerpo humano,
Hasta ahora ignorado y se podría
Decir también, entonces,
Que, en el momento exacto en que un tal órgano

Funciona plenamente,
Tan puro de malicia esta el creyente,
Que se diría casi un vegetal.
¡Oh alma! ¡Oh pensamiento! ¡Oh Marx!
¡Oh Feûerbach!


XIII.

Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
Ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, esta en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
Degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico
Y armonioso que el vientre de la sombra,
Aunque la Muerte concibe y pare
De Dios mismo.
Oh conciencia,
Pienso, sí, en el bruto libre
Que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.

¡Odumodneurtse!



VERANO.

Verano, ya me voy. Y me dan pena
Las manitas sumisas de tus tardes.
Llagas devotamente; llegas viejo;
Y ya no encontraras en mi alma a nadie.

Verano! Y pasaras por mis balcones
Con gran rosario de amatistas y oros,
Como un obispo triste que llegara
De lejos a buscar y bendecir
Los rotos aros de unos muertos novios.

Verano ya me voy. Allá, en septiembre
Tengo una rosa que te encargo mucho;
La regaras de agua bendita todos
Los días de pecado y de sepulcro.

Si a fuerza de llorar el mausoleo,
Con luz de fe su mármol aletea,
Levanta en alto tu respondo, y pide
A Dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
Y tú no encontraras en mi alma a nadie.

Ya no llores, Verano! En aquel surco
Muere una rosa que renace mucho…



SEPTIEMBRE.

Aquella noche de setiembre, fuiste
Tan buena para mi… hasta dolerme!
Yo no se lo demás; y para eso,
No debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
Hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no se lo demás… y para eso,
Yo no se por que fui triste… tan triste…!

Solo esa noche de setiembre dulce,
Tuve a tus ojos de Magdala, toda
La distancia de Dios… y te fui dulce!

Y también fue una noche de setiembre
Cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
Los charcos de esta noche de diciembre.



HECES.

Esta tarde llueve, como nunca; y no
Tengo ganas de vivir corazón.

Esta tarde es dulce. Por que no ha de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
Las cavernas crueles de mi ingratitud;
Mi bloque de hielo sobre su amapola,
Mas fuerte que su “No seas así!”

Mis violentas flores negras; y la bárbara
Y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
Con oleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy
Con ese buho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,
Toman un poquito de ti
En la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
Tengo ganas de vivir, corazón!



DESHORA.

Pureza amada, que mis ojos nunca
Llegaron a gozar. Pureza absurda!

Yo se que estabas en la carne de un día,
Cuando yo hilaba aun mi embrión de vida.

Pureza en falda neutra de colegio;
Y leche azul dentro del trigo tierno

A la tarde de lluvia, cuando el alma
Ha roto su puñal de retirada,

Cuando ha cuajado en no se que probeta
Sin contenido una insolente piedra,

Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
Parpados ciegos en purpúreas bordas.

Oh, pureza que nunca ni un recado
Me dejaste, al partir del triste barro

Ni una migaja de tu voz; ni un nervio
De tu convite heroico de luceros.

Alejaos de mi, buenas maldades,
Dulces bocas picantes…

Yo la recuerdo al veros ¡oh, mujeres!
Pues de la vida en la perenne tarde,
Nació muy poco ¡pero mucho muere!



LAS PIEDRAS.

Esta mañana baje
A las piedras ¡oh las piedras!
Y motivé y troquilé
Un pugilato de piedras.

Madre nuestra, si mis pasos
En el mundo hacen doler,
Es que son los fogonazos
De un absurdo amanecer.

Las piedras no ofenden; nada
Codician. Tan solo piden
Amor a todos, y piden
Amor aun a la Nada.

Y si algunas de ellas se
Van cabizbajas, o van
Avergonzadas, es que
Algo de humano harán…

Más, no falta quien a alguna
Por puro gusto golpee.
Tal, blanca piedra es la luna
Que voló de un puntapié…

Madre nuestra, esta mañana
Me he corrido con las hiedras,
Al ver la azul caravana
De las piedras,
De las piedras,
De las piedras…