viernes, 20 de agosto de 2010

BRUJERÍA Y SANTIDAD, EL VERDADERO MAL ES MUY RARO…

BRUJERÍA Y SANTIDAD, EL VERDADERO MAL ES MUY RARO…

Brujería y santidad, he aquí las únicas dos realidades –prosiguió Ambrosio- la magia tiene su justificación en sus criaturas: comen mendrugos de pan y beben agua con una alegría mucho mas intensa que la del epicúreo.
-¿Se refiere a los santos?- intervino Cotgrave.
Si, y también a los pecadores. Creo que usted cae en el error de quienes limitan el mundo espiritual a las regiones del bien supremo. Los seres extremadamente perversos forman también parte del mundo espiritual. El hombre vulgar, carnal, sensual, no será jamás un gran santo. Pero tampoco un gran pecador. En nuestra mayoría, somos simples criaturas de barro cotidiano, sin comprender el significado profundo de las cosas, y por esto el bien y el mal son en nosotros idénticos, de ocasión, sin importancia…
Los “grandes” tanto en el bien como en el mal, son quienes abandonan las copias imperfectas y se encaminan a los originales perfectos. Los más excelsos entre los santos jamás hicieron una “buena acción” en el sentido corriente de la palabra. Por el contrario existen hombres que han descendido hasta el fondo de los abismos del mal, y que, en toda su vida, no han cometido lo que ustedes llaman una “mala acción”…
Cotgrave le atajo: Sus paradojas son monstruosas, ¿Puede un hombre ser un gran pecador sin haber hecho nunca nada culpable?
Un hombre puede ser un gran conocedor de vinos de borgoña sin jamás haber entrado en una taberna… su reacción revela que no tiene la menor idea de lo que puede ser el pecado. Naturalmente existe una relación entre el pecado con mayúsculas y los actos considerados como culpables: asesinato, robo, adulterio… la misma relación que existe entre el alfabeto y la poesía mas genial. El suyo es un error casi universal. Se ha acostumbrado a mirar las cosas a través de unas gafas sociales. Pensamos que el hombre que nos hace daño, a nosotros, o a nuestros vecinos, es un hombre malo. Y lo es, desde el punto de vista social. ¿No puede comprender que el mal, en su esencia, es una cosa solitaria, una pasión del alma? El asesino corriente, no es en modo alguno un pecador…
El asesino no mata por razones positivas, sino negativas, le falta algo que poseen los no- asesinos. El Mal, por el contrario, es totalmente positivo. Y es muy raro. Sin duda hay menos pecadores verdaderos que santos. En cuanto a los que llaman criminales, son seres molestos, pero entre sus actos antisociales y el Mal existe un gran abismo.
Cotgrave hablo: ¿Opina pues que no comprendemos la verdadera naturaleza del mal?
Lo sobreestimamos. O bien lo menospreciamos. Llamamos pecado a las infracciones de los reglamentos. Por otra parte, atribuimos una importancia tan enorme al “pecado” que consiste que consiste en meter mano a nuestros bienes o a nuestras mujeres, que hemos perdido absolutamente de vista lo que hay de horrible en los verdaderos pecados.
-Entonces, ¿Que es el pecado? –dijo Cotgrave.
¿Qué experimentaría si su gato o su perro empezaran a hablarle con voz humana? ¿Y si las rosas de su jardín se pusieran a cantar esta noche? Pues bien, estos ejemplos pueden darle una vaga idea de lo que es realmente el pecado.
-Me asombra –dijo Cotgrave- Entonces, según usted, la esencia del pecado seria…
Querer tomar por asalto el cielo –respondió Ambrosio- El pecado consiste, en una voluntad de penetrar de manera prohibida en otra esfera más alta. Esto explica que sea tan raro. En realidad pocos hombres desean penetrar en otras esferas, sean altas o bajas, y de manera autorizada o prohibida. Hay pocos santos. Y los pecadores, son todavía más raros. Puede ser más difícil convertirse en un gran pecador que en un gran santo. La santidad exige un esfuerzo. Se trata de encontrar otra vez el éxtasis que conoció el hombre antes de la caída. En cambio, el pecado es una tentativa de obtener un éxtasis y un saber que no existen y que jamás han sido dados al hombre, y el que lo intenta se convierte en demonio. El simple asesino no es necesariamente un pecador; pero el pecador es a veces un asesino. Gilles de Rais por ejemplo. Si el bien y el mal están fuera del alcance de las manos del hombre contemporáneo, igualmente, el mal lo esta en un sentido mucho mas profundo. El santo se esfuerza en recobrar un don perdido; es el pecador quien persigue algo que no ha poseído jamás. En resumidas cuentas, reproduce la caída…
Nuestros sentidos superiores están tan embotados y estamos a tal punto saturados de un materialismo tan banal, que no reconoceríamos el verdadero mal si nos tropezáramos con él… A veces podemos reconocer el mal por el odio que manifiesta al bien y nada más; pero esto es fortuito. En realidad, los jerarcas del infierno pasan inadvertidos al lado nuestro.
-¿Piensa que ellos mismos ignoran el mal que encarnan?- Pregunto Cotgrave.
Así lo creo. El verdadero mal en el hombre, es como la santidad y el genio, es un éxtasis del alma, rebasa los límites naturales del espíritu, escapa a la conciencia. Un hombre puede ser infinita y horriblemente malo sin sospecharlo siquiera.
Procuro seguirle -dijo Cotgrave- ¿Cree usted que el mal verdadero tiene una esencia completamente distinta de lo que solemos llamar el mal?
Absolutamente. Un pobre tipo excitado por el alcohol puede matar a patadas a su mujer y a sus hijos. Es un asesino. Gilles de Rais es también un asesino. Pero ¿Advierte el abismo que los separa? Se trata del mismo débil parecido que existe entre todos los pecados sociales y los verdaderos pecados espirituales, que son como la sombra y la realidad.
-¿Cree usted que el pecado es una cosa oculta, secreta?- observo Cotgrave.
Si. Es el milagro infernal, como la santidad es el milagro sobrenatural. El verdadero pecado se eleva a un grado tal que no podemos sospechar en absoluto de su existencia. Es como la nota más baja del órgano, tan profunda que nadie la oye. Acuérdese del apóstol: hablaba del otro lado y hacia una distinción entre las acciones caritativas y la caridad. Uno puede darlo todo a los pobres y, a pesar de ello, carecer de caridad, puede evitar todos los pecados y, sin embargo, ser una criatura del mal.
-Según usted, el verdadero pecador podría pasar muy bien por un personaje inofensivo- dijo Cotgrave.
Ambrosio continuo exaltado: Ciertamente. El verdadero mal no tiene nada que ver con la sociedad. Y tampoco el bien. ¿Usted se sentiría a gusto en compañía de San Pablo? ¿Se entendería bien con Sir Galahad? Lo mismo puede decirse de los pecadores. Si usted encontrara a un verdadero pecador y reconociera el pecado que hay en él, sin duda quedaría horrorizado. Pero tal vez no existiría ninguna razón para que aquel hombre le disgustara. ¡Nadie puede adivinar cuan terrible es el verdadero mal! Si las rosas y los lirios se pusieran a cantar esta madrugada, si los muebles de esta casa empezaran a desfilar en procesión como en el cuento de Maupassant…
-Quería preguntarle, a que corresponden en la humanidad, estas proezas imaginarias de las cosas que usted cita. Repito: ¿Qué es pues, el pecado? Quisiera que me diese usted un ejemplo concreto- dijo intrigado Cotgrave.
Por primera vez, Ambrosio vacilo:
Ya le he dicho que el verdadero mal es muy raro. El materialismo de nuestra época, que tanto ha hecho para suprimir la santidad, tal vez ha hecho más aún para suprimir el mal. Encontramos tal comodidad en la tierra, que no sentimos deseos de subir ni bajar. Todo ocurre como si el especialista del infierno realizase trabajos puramente arqueológicos…
Veo que esta usted realmente interesado. Pues bien, confieso que he reunido, en efecto, algunos documentos…

“White Town” Arthur Machen.

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